miércoles, 14 de noviembre de 2012

DIRECCIÓN DE CENTROS ESCOLARES

DIRECCIÓN DE CENTROS ESCOLARES
MODULO 3
POR: CHAYANNE EVANS
CIP. 8-782-365

Resulta habitual asociar la función directiva a las tareas de promoción, facilitación y coordinación de las prácticas profesionales de quienes trabajan en los centros escolares. Si convenimos en que dichas prácticas tienen que ver fundamentalmente con las tareas docentes, podríamos deducir que la “dirección académica” debe constituir la actividad central y prioritaria de nuestros directores y directoras. Sin embargo, si se considera la naturaleza del trabajo directivo, observando y analizando con detalle el desempeño diario de sus tareas, las evidencias nos dicen otras cosas.

En primer lugar, que nuestros centros escolares no son exclusivamente instancias académicas, sobre todo si se las concibe como entidades rigurosamente ordenadas y estables en las que se procura la transmisión del conocimiento formalizado; o como escenarios en los que están plenamente presentes el afán por aprender y las liturgias del acto didáctico en un marco de relaciones respetuosas entre docentes y discentes. Son, más bien, desde hace ya muchos años y a causa de los múltiples requerimientos que reciben, instituciones cada vez más informales en las que se desarrollan frecuentemente actividades múltiples, muy vinculadas con la asistencia social, la acción comunitaria o con el papel de protección y de refugio que les toca desempeñar, en los casos en que los estudiantes sólo disponen de la escuela como único lugar donde reciben respeto, consideración y aprecio.

En segundo, que, nuestras instituciones escolares, cada vez más, constituyen espacios de intervención habitual para otros colectivos de profesionales, además del docente. Asistentes sociales, mediadores, terapeutas, personas de los servicios psicopedagógicos de apoyo externo, asesores y asesoras para la formación permanente del profesorado, monitores dedicados a las actividades complementarias o asistenciales: comedor, transporte, programas recreativos y culturales, etc., concurren en nuestros centros para desempeñar cometidos heterogéneos.

Si a esos colectivos les añadimos los más comunes y numerosos: el del alumnado y el familiar y también a quienes desempeñan tareas de supervisión educativa, se completa un panorama diverso y complejo de grupos, individuos, roles e intereses en el que las relaciones interpersonales ocupan un lugar de máxima relevancia.

 En tercero, que las formas de abordar esas relaciones interpersonales, desde el desempeño de la tarea directiva, son difíciles por, entre otras, tres razones principales: Es frecuente el desajuste entre las expectativas recíprocas de las familias y del centro escolar. Los espacios de intervención tienden a confundirse. Las relaciones, antaño presididas por la incondicionalidad, la complicidad y la colaboración, están ahora llenas de prevenciones, sospechas y desconfianzas.
Se olvida, más de lo que se debiera, que quienes trabajamos en las instituciones escolares somos personas falibles y no siempre coherentes. Que, lejos de ser un colectivo selecto y homogéneo de profesionales laboriosos y diligentes que acuden a su puesto de trabajo cada día, ilusionados y con la convicción de que llevamos a cabo una misión trascendental, constituimos un grupo de trabajadores como cualquier otro. Un grupo de personas a quienes también preocupan problemas muy sentidos relacionados con su seguridad laboral, su estatus, sus condiciones de trabajo o con su particular situación personal y familiar.
Estas tres evidencias, junto con otras de menos importancia, nos ayudan a entender las razones de que nuestros directores estén diariamente involucrados en una delicada y frenética actividad de relaciones interpersonales en las que intervienen, además de los actores de siempre pero con condicionantes distintos, otros interlocutores nuevos. Y, también, a considerar que poseer y desarrollan pertinentes habilidades sociales constituye un requisito para un adecuado desempeño de su tarea profesional. Si un requisito es, como sabemos, una condición sine qua non, estamos ante un campo de estudio de importancia capital para los procesos de formación, desempeño y evaluación de la función directiva.

1 comentario:

  1. Las actitudes y acciones de la administración de los centros educativos pienso que son determinantes en gran parte el éxito del proceso dentro de los centros educativos para así poder realizar para la resolución de conflictos. Es importante realizar acciones preventivas y de capacitación para no limitar el trabajo al momento en que se presenta el conflicto, que los resultados no son igualmente satisfactorios, y para ello se requiere de un trabajo conjunto donde intervenga la comunidad educativa.
    la profesora debio empaparse no solo en el puesto ofrecido, sino saber como desempeñar dichas funciones de manera inteligente, usando los distintos tipos de liderazgo y conocer muy bien que el puesto que desempeñaría era de estrategias, aliados y demás puntos que debe desarrollar buenas relaciones intergrupales y informarse de como aprender a deslindar funciones, que no era al estudiantil solamente que manejaría sino a colegas.
    Por otra parte es injusto de parte del sistema que después que hizo su mayor esfuerzo se actué de esta manera; considero que debieron prestarle la ayuda requerida pero sin sustituirla del cargo.
    Aunque los puestos son de libre remoción, y ella debe aprender a que la institución no es un puesto monárquico, y que esto le sirve a futuro como experiencia, lograr con mayor preparación para desempaño a futuro del mismo o mejor cargo, ya que tuvo la experiencia "LA PRACTICA HACE AL MAESTRO"

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